Diario Calle de Agua

España - Marruecos

Política

Davia, la sultana corsa Dawiya del reino alauí en el siglo XVIII

Marthe Franceschini (1755-1799), pasó a la historia como Davia, la sultana Dawiya  (la luminosa) o también como la sultana corsa, la mujer más destacada del reinado alauí en el siglo XVIII.

Fue en la isla francesa de Córcega, en el pequeño pueblo de Corbara, donde nacieron y vivían sus padres, Jacques-Marie Franceschini y Silvia Monchi junto a un campo de cultivo. Pero unos meses después de su matrimonio ambos fueron secuestrados por piratas tunecinos, quienes los llevaron a Túnez en 1751.

El padre, Jacques-Marie Franceschini dejó su huella con el entonces Bey (Ali I, 1688-1756) en el Túnez otomano. Capataz de otros esclavos, se destacó por su eficiencia como administrador. Al enterarse de que se está preparando un complot contra el Bey por parte de su hijo Yunus, proporciona información valiosa que le ayuda a salvar su vida. A cambio, recupera su libertad.

El 25 de abril de 1755, Marthe Franceschini nació en Túnez y fue bautizada el 29 del mismo mes por el Hermano Stephanus Antonius, capuchino de Génova, prefecto y provicario apostólico de la misión de Túnez. Habiéndose finalmente convertido en un hombre libre, su padre decide regresar a Córcega con su esposa e hijos.

Pero los Franceschini no habrían imaginado que su viaje por el norte de África estaba lejos de terminar. En el camino de regreso a Corbara, otras flotas les bloquean y la familia corsa queda cautiva esta vez de piratas marroquíes, que los venden a los alauitas en 1764.

Los padres de Marthe fueron hechos esclavos durante el reinado del sultán Sidi Mohamed ben Abdallah, conocido como Mohamed III (1710-1790) y la niña fue llevada al harén a una edad muy temprana, tenía solo siete años, cuando el sultán ordenó "que se la llevaran inmediatamente para hacer el adorno del harén".

Jacques-Marie Franceschini piensa una vez más en cómo permanecer cerca de los que están en el poder y ganar su confianza. Envía al sultán Mohamed III unas memorias, demostrando que fue súbdito del Bey de Túnez y que le salvó la vida. Por este motivo, supone que no debe ser considerado un extranjero y, por lo tanto, se le confía la gestión del proyecto del jardín imperial de Marrakech.

Su padre y su madre y sus dos hermanos vivieron ese tiempo en Marruecos. Finalmente sus padres y su hermano Vincent, (nacido en 1759 en Marrakech), acabaron por ir a Córcega, autorizados por el sultán para salir. Allí en Corbara, en 1772 nació Agustín, el hermano pequeño de la familia.

Aunque volvió a su tierra natal, el padre vivió como un insulto la separación con su hija y su presencia en el harén. Así planea regresar a Marruecos aunque le aconseja el militar y político corso, Pasquale de Paoli (1725-1807), “dejar que su hija siga su destino”. Sin embargo, tras partir en barco hacia Marruecos, murió en Salé, aquejado por la peste.

El sultán estaba “impresionado por su gran belleza, su gracia y espíritu”. Su primer nombre se inspiró en su legendaria belleza, aquella a quien el sultán consideraba "la rosa más hermosa de su harén" y apreciaba su "frescura, encanto y vivacidad de espíritu".

Sidi Mohamed ben Abdallah hizo construir en 1785 un gran palacio en Rabat a la que confirió la categoría de capital. Durante todos estos años, ella nunca dejó de distinguirse de las demás mujeres en el palacio del sultán del Imperio Jerifiano, hasta el punto de despertar celos por su belleza y gran inteligencia. Hizo cursos de Derecho Islámico hasta que obtuvo su diplomatura (Talba), que era "casi único en ese momento", y el sultán la consultó en muchas ocasiones para sus asuntos políticos.

Convertida al Islam, recibió el nombre de Davia, Dawiya (la luminosa) en 1786, la joven de 31 años, se convirtió oficialmente en su esposa y la nombra Primera Sultana. Durante este tiempo habría tenido una hija, quien murió a muy corta edad, entre cuatro y siete años.

En el reino, el sultán le encargó velar por la “correspondencia con los países europeos” y le integró en el “consejo privado”. Su influencia es inmensa en la política interior y exterior de Marruecos e incluso en las poblaciones musulmanas. Además mantuvo correspondencia con la reina de España, María Luisa de Parma (1751-1819) y las dos mujeres procedieron a un intercambio de retratos.

A pesar de los puestos clave de poder que desempeñó, Davia siempre tuvo un fuerte sentimiento de pertenencia como corsa francesa. Esto es lo que la habría motivado principalmente a intervenir con Sidi Mohammed ben Abdallah, para convencerlo de iniciar relaciones diplomáticas con Francia y decide que entable una relación con Napoleón (1769-1821), diciendo que estaba orgullosa de que un corso fuera el más importante de los franceses.

También logra enviar una carta a su madre, que estaba en Corbara, pidiéndole que regrese a Marruecos tras la trágica muerte de su padre en Salé. La familia se reunirá nuevamente en el reino jerifiano, donde se les dedicará una bienvenida con todos los honores. Silvia Franceschini habría fijado su residencia en Larache y no en la corte.

Pero su actividad oficial como Primera Sultana, aunque política y diplomáticamente efectiva, tuvo un contexto en el que Mohamed III se encontraba en los últimos años de su reinado, envuelto en tumultuosas relaciones de poder. Gravemente enfermo, el sultán murió en 1790 en Rabat, durante una última misión para oponerse a la disidencia de su hijo, Moulay Yazid (1750-1792).

Con la muerte de Mohamed III, Moulay Yazid se convierte en el nuevo sultán, aunque su reinado tan solo dura dos años, que se caracterizan por su aislacionismo respecto al exterior y la masacre de los judíos de Tetuán, por lo que la Primera Sultana queda apartada de la dirección de los asuntos públicos.

Al retirarse de la corte, Davia se une a su madre en Larache, donde muere en 1799. Su madre murió también en Larache el 19 de enero de 1811.

Por su parte, sus dos hermanos mantuvieron su presencia en el Magreb, donde Vincent fue nombrado cónsul de Francia en Esauira (entonces Mogador) ciudad que reconstruyó Mohamed III poco antes, en 1765. Pero a partir de 1804, optó por retirarse de la vida política marroquí y regresar a Corbara. Gracias a sus ingresos construyó una casa situada cerca de la iglesia, y que se llama ‘La casa de los turcos’. Su otro hermano, Agustín, por su parte, zarpó en 1829 rumbo a Puerto Rico.

Inspiración de distintas obras

La sultana corsa y su familia a lo largo del tiempo han sido objeto de muchas historias, demasiado a menudo contradictorias, llenas de fantasía e imaginación, pero sobre todo legendarias. Su figura ha inspirado varias obras permaneciendo su huella en su localidad natal como ‘La Emperatriz de Marruecos’.

El ex director de estudios de historia diplomática marroquí en el Instituto de Altos Estudios Marroquíes, Jacques Caillé dedicó un libro a Davia que recorre el curso de la vida de esta esclava que se convirtió en sultana. En 1968, publicó en Francia ‘Une Corse sultane du Maroc, Davia Franceschini et sa famille’ (Una sultana corsa de Marruecos, Davia Franceschini y su familia).

En 2005, Marie-José Lovérini lo convirtió en el personaje principal de su novela histórica ‘L'interdite’ (Lo prohibido). En su libro menciona al cirujano escocés William Lemprière (1751-1834) quien fue uno de los escasos occidentales autorizados por el sultán para entrar en su harén donde conoció a la sultana Dawiya conocida también como Davia.

El actor y director Alexandre Oppecini le dedicó una obra de teatro, ‘Davia, la sultana corsa’ en 2017.

Texto: Jesús Cabaleiro