Los pacientes siguen esperando atención en los hospitales de Tánger
En Tánger, ciudad promocionada como la puerta de entrada a África y centro económico en ascenso en Marruecos, el Hospital Mohamed V todavía representa el reflejo de citas suspendidas, equipamientos rotos y ciudadanos que pasan sus horas buscando un solo médico, un personal administrativo o una cama vacante.
Los pacientes en Tánger están ocupados haciendo cola en el Hospital Regional Mohamed V y en el nuevo Centro Hospitalario Universitario (CHU) Mohamed VI, donde los servicios se miden, no por el número de médicos, sino por el número de ‘vueltas’ de los pacientes a la oficina de citas.
Solicitar una radiografía o una exploración se convierte en una especie de misión imposible, y lograr una cama en los servicios de urgencias es una de esas utopías postergadas.
En el Hospital Mohamed V nadie pregunta por la calidad del tratamiento, sino por la posibilidad de recibirlo. Nadie habla de igualdad de acceso a la atención sanitaria, sino si puede permanecer en espera.
Algunos pacientes acuden a las seis de la mañana, no porque el tratamiento comience temprano, sino porque tienen que coger sitio en la sala de espera. En cuanto a aquellos que no tienen esa suerte, deberán esperar... o regresar mañana... o tal vez la semana que viene... si la suerte les acompaña.
Sin embargo, cuando el paciente se queja ante un funcionario, es posible que le digan que se está llevando a cabo una reforma, que el sistema de salud está atravesando una transformación radical y que las cosas van para mejor.
La respuesta siempre es la misma: “Estamos trabajando en ello”. ¿Pero quién trabaja sobre el dolor inmediato del paciente? ¿Quién devuelve la paciencia a los que esperan? ¿Qué dignidad tiene un ciudadano cuando se le trata como un número de una larga lista que nadie tiene tiempo de leer?
En un momento en que el estado publica cifras que prometen una reforma sanitaria integral, los residentes en el norte marroquí tienen, cada vez más, una mayor indignación ante los servicios sanitarios.
Nadie niega que existen medidas oficiales, nuevas leyes y cobertura sanitaria unificada. ¿Pero es suficiente la cobertura cuando el paciente está sin cuidados? ¿Son suficientes los textos legales cuando la realidad es otra bien distinta?
La ironía es que esta situación no se limita a los hospitales públicos. Incluso las clínicas privadas, que se supone son una alternativa, se han convertido en proyectos comerciales, no muy diferentes de otras empresas que buscan beneficios.
Ofertas, servicios y descuentos, pero cuando pagas la factura descubres que lo que compraste no es un tratamiento, sino una amplia factura calculada y una ‘salida’ rápida en lugar de preocuparse del seguimiento por la recuperación.
Los pacientes que acuden a estas clínicas privadas suelen salir con dos apuntes: un vendaje en la herida y un shock por la factura. Se les puede pedir que paguen costes de los que no fueron informados con anticipación, o que lo hagan en un depósito antes de que el médico atienda al paciente.
Incluso en casos de urgencia, a veces el paciente no es admitido excepto después de mostrar “garantías financieras”, como si el dolor pudiera posponerse hasta que se termine de negociar.
En la sanidad, ¿Cuál es el valor del progreso cuando el paciente sigue estancado entre una burocracia lenta y un sistema privado brutal?
La salud de los marroquíes, al menos en Tánger, sigue en la sala de espera.