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Sociedad

Ramadán en Chauen, antiguas costumbres andalusíes

Con la llegada anual del Ramadán, se renuevan en Chauen un conjunto de antiguas costumbres y tradiciones andalusíes, que reflejan el papel religioso de la localidad y su espiritualidad La vida cotidiana de la población, los mercados, el estilo de vida y las familias cambian sus costumbres, surgiendo nuevos hábitos en cuanto a alimentación, vestimenta y manera de vivir.

Es una oportunidad para dinamizar la actividad económica y consolidar la continuidad de viejas y heredadas tradiciones andalusíes, que siempre han sido motivo de orgullo para los vecinos de Chauen, que fue refugio de varias familias andalusíes que se asentaron allí y construyeron barrios dentro de la localidad desde su fundación hace cinco siglos en 1471 por Mohammed Ibn Ali Ibi Rachid al-Alami descendiente del santo sufí Abdesalam ibn Mashish al-Alami. El fundador de Chauen se enamoró de una mujer de Vejer de la Frontera, Zohra.

Los días de Ramadán en Chauen se caracterizan por varios rituales y celebraciones religiosas y sociales, que la convierten en una localidad diferente al resto de ciudades marroquíes, cuyas costumbres para dar la bienvenida al mes del Ramadán han comenzado a desaparecer y a decaer paulatinamente.

La localidad es conocida por sus mercados y tiendas, ya sea por parte de los residentes o de los aldeanos que vienen a comprar para el Ramadán, ya que aparecen profesiones estacionales, como la apertura de tiendas que venden dulces como la chebakia (dulce realizado con tiras de pasta de miel recubiertas de sésamo y semillas de anís en su interior y se mezcla con almendras, vinagre, canela, azafrán y agua de azahar) y varios tipos de pasteles. También está aumentando la demanda de queso originario de Chauen y alrededores, especialmente quesos de cabra.

Durante el Ramadán también aparece un grupo de profesiones tradicionales que resisten a su extinción, ya que florece el comercio de diversas prendas y zapatos tradicionales, especialmente la llamada ‘lengua de Chauen’, mientras que las mujeres cosen una nueva chilaba tradicional para la ocasión y, a menudo, eligen cuidadosamente entre los diversos estilos de costura y decoración, como el bordado o la bishara, incluso si las situación económica a menudo no es fácil.

Muchas mujeres de Chauen consideran que llevar la tradicional chilaba es un hábito ineludible durante el mes de Ramadán, considerando que esta vestimenta constituye un vínculo entre ellas y su identidad islámica marroquí.

En cuanto a las mesas de desayuno, se completa con la sopa Harira y vasos de agua fresca procedente de las fuentes de ‘Ras El Maa’ y Ain, lo que recuerda a Bab Al Ain, la puerta de la fuente, la más grande y popular de Chauen, se encuentra en el barrio Kharrazin siendo el punto de unión entre la parte antigua, la medina y la parte moderna.

Además habrá diversos tipos de dulces tradicionales marroquíes preparados específicamente para el Ramadán, como la citada chebakia, Al Selu o Sfuf (harina tostada y mezclada con mantequilla líquida, miel, sésamo y almendras), Baghrir (crépe típico), dátiles, e higos secos.

Otros prefieren romper el ayuno con pescado, con varios tipos de tajine, conocido localmente como taghra, especialmente el de sardinas y anchoa (chtoun), mientras que otros prefieren retrasar esta abundante comida hasta después de la oración de la tarde, mientras que la comida suhur (en árabe, سحور, antes del amanecer) es más ligera, compuesta por leche o sus derivados, café, té, algunas tartas, queso y miel.

Es costumbre de los habitantes de Chauen charlar en sus plazas públicas y cafés hasta la llegada del mesaharati (el llamador del amanecer del Ramadán, despierta antes del amanecer, también conocido como el nafar, el tamborilero o ghayat), una costumbre que aún resiste a los elementos del tiempo, ya que les da un sabor especial y festivo.

A los mesaharati, a veces, se les permite subir a los minaretes de las mezquitas para despertar a los que están ayunando, mientras que otras optan por recorrer las callejuelas y callejas de la localidad, acompañados por sus auténticos ritmos marroquíes que rompen el silencio de la noche.

La atmósfera del Ramadán en Chauen se caracteriza así por notas religiosas con antiguas características locales y andaluzas heredadas de padres a abuelos, la principal de las cuales es realizar recorridos por la antigua ciudad antes de la hora del desayuno o después de las oraciones del Tarawih (oraciones voluntarias del Ramadán)

Así, se encuentran la calle Sayyida al Hurra, el barrio de Souika y la plaza Utta El-Hamman parecen siempre abarrotadas debido a las compras, lo que les da a estos lugares otro sabor y una espiritualidad, que se hace evidente en la cantidad de mezquitas y rincones sufíes presentes en cada barrio y callejón.

Hay que señalar que las familias, especialmente las que residen en la medina, se preparan desde días antes de la llegada del Ramadán, una costumbre llamada Al-Awasher, donde las amas de casa desempolvan los muebles, llevando a cabo el proceso de limpiar la casa, y pintan sus paredes interiores, así como su fachada exterior, de un color azul, que confiere a Chauen ese carácter especial.

Hay una actividad constante en las mezquitas, ya que sus encargados están constantemente limpiando sus alfombras o cambiándolas por otras nuevas, pintando las paredes y arreglando a los altavoces.

En el plano de las relaciones humanas, las familias de Chauen invocan su parentesco, ya que surge la nostalgia por los familiares inmigrantes, ya sea fuera de Marruecos o aquellos que residen en otras ciudades marroquíes, cuyas condiciones de trabajo o de educación continua les obligan a establecerse lejos de sus familias y seres queridos.

Estos vínculos afectivos se extienden a los vecinos, ya que aumentan las visitas, se incrementan las entregas de regalos con motivo del Ramadán y el intercambio de postres elaborados localmente.

Esta comunicación y solidaridad social se destaca también en la ayuda a los necesitados, atención a los enfermos y el envío de paquetes a familiares y seres queridos, que contienen algunos dulces y comida local.

Texto: Jesús Cabaleiro