El orientalismo español y Marruecos
La proximidad geográfica, las guerras (Tetuán, 1859-1860), los conflictos con Melilla (1871,1893 y1894), y más tarde las guerras coloniales para el establecimiento del Protectorado español en el norte de Marruecos, incitaron el interés para contactar con la zona donde los temas marroquíes eran las fuentes de inspiración para los pinceles españoles; cuyas obras producen un acercamiento a la realidad marroquí.
Tampoco hay que olvidar la relación estrecha entre la península ibérica y el mundo árabe, la presencia de Al Ándalus durante ocho siglos, esta herencia está siempre presente en una mayoría de ciudades como Granada, Sevilla o Córdoba.
Siempre fue una fuente de inspiración y de curiosidad del viajante europeo ir a España, y al mismo tiempo, los españoles sentían curiosidad y gran interés por el mundo árabe musulmán en el norte de África; todo esto tiene un origen; una corriente cultural con una pluralidad de manifestaciones como la literatura, lingüística, historia y música.
El oriente y sobre todo el norte de Marruecos fue siempre una región de búsqueda para el europeo. La figura de Jenaro Pérez Villamil (1807-1854), jugó un papel muy importante en introducir temas orientales en España.
En su obra se reflejan paisajes y escenas interiores y exteriores del mundo árabe pero todo esto es el producto de su imaginación puesto que nunca viajó a Marruecos ni al Oriente Medio.
Como se citó, la guerra de África fue la circunstancia que empujó a unos cuantos pintores a viajar a Marruecos como Mariano Fortuny (1838-1874), al que le ofrecieron una beca de estudios; con el fin de representar las glorias del protectorado.
El colonialismo y el reencuentro con nuevos temas de inspiración y la responsabilidad de su misión hizo que Fortuny y su amigo José Tapiro (1836-1912) viajaran a Tánger en 1871 y planearan volver juntos a Marruecos en fechas posteriores.
Los trabajos de Fortuny constituyen una obra que incluye temática oriental y fue un gran éxito en el mercado, mientras que Tapiro fija su residencia en Tánger –donde murió- y establece su taller en el teatro más antiguo de la ciudad.
Sus obras se distinguen en los retratos de personas por sus características y su particularidad racial, por ejemplo, el retrato del hombre y la mujer en el museo regional de arqueología Salvador Villaseca en Reus; donde refleja las costumbres y las tradiciones marroquíes durante 37 años de convivencia que son la causa de esta proximidad al pueblo.
Mientras que a otro pintor muy conocido, Mariano Bertuchi (1884-1955), lo seducía la ciudad, la vida cotidiana, las calles, el sol, y la sombra puesto que su deseo era de conocer y de visitar la otra orilla del continente africano. Era un paisajista que le gustaba pasear todos los días por las calles para ver su evolución, su visión hacia Marruecos era muy simple y cotidiana que se transmitía a través de sus obras durante cuarenta años del protectorado español en el norte de Marruecos.
Según las reflexiones del pintor chileno que residió en Tánger, Claudio Bravo (1936-2011), "el artista debe ser siempre un gran observador del pasado y de su alrededor, así encontrara referencias para avanzar”.
Texto: Dounia Rochdi