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Sociedad

Alí Bey, viajero y espía español en la historia de Tánger

Alí Bey el Abassi, el español Domingo Badía (1767-1818) está vinculado a la historia de Tánger, en concreto en el barrio de Beni Makada, donde muchos recuerdan su estatua que supuestamente fue trasladada a otro sitio desconocido, o destruida, o tal vez robada.

Lo cierto es que a pesar de que en la Cámara Urbana (Ayuntamiento) de Tánger en 2016 se preguntó por este tema, nunca se contestó. Un misterio que enlaza con la vida que envolvió al propio protagonista, Ali Bey el Abassi para unos, Domingo Badia para otros.

Alí Bey el Abassi ó Domingo Francisco Jorge Badía y Leblich, fue un español que, viviendo como un musulmán viajó a Marruecos y otros países árabes dejando testimonio escrito de su presencia.

La verdadera identidad de este viajero y espía, así como el auténtico objetivo de su viaje a Marruecos se pudo revelar gracias a sus propios manuscritos, preservados en la Biblioteca Nacional de Cataluña.

Domingo Badía nació en Barcelona en el año 1767. En 1793, con sólo 26 años ascendíó rápidamente en el escalafón, fue designado para el cargo de administrador de la Real Renta de Tabacos de Córdoba. Pero sobre todo fue un verdadero genio, dominando varios campos, desde las matemáticas hasta los idiomas extranjeros, pasando por la historia y astronomía.

A los 34 años se reunirá con Manuel Godoy (1767-1851), primer ministro entonces del Gobierno (1792-1798) del rey Carlos IV (1748-1819) para presentarle el proyecto de una expedición científica llamada ‘Viaje a África,’ y más concretamente al entonces reino jerifiano.

Así consiguió la autorización y la financiación del viaje, pero con la condición de cambiar su objeto, de científico a uno político. La expedición se transforma así en una misión de espionaje y Domingo Badia se convierte en Ali-Bey el Abbasi.

Hablaba árabe con fluidez, pero antes de emprender el viaje a Tánger, se sometió a una operación de circuncisión en Londres, se dejó crecer la barba, se disfraza y viaja a París para adquirir algunas cartas para prepararlo debidamente.

Luego envía una carta al que fuera cónsul de España en Tánger de 1798 a 1808, Antonio González Salmón (1768-1834) aclarando textualmente y tal como figura en sus manuscritos su estrategía.“Para esas gentes yo seré un siríaco musulmán, educado en Europa desde muy niño, habiendo pasado mi tiempo en el estudio de las ciencias en Italia, Francia, España e Inglaterra, y retirándome ahora a los países de mi religión. (...) desde Londres tomé el traje musulmán y en Cádiz nadie me conoce sino como tal”.

Ali Bey regresó a España en abril de 1803, embarcado en Tarifa para cruzar el Estrecho de Gibraltar. Así llegó a Tánger el 29 de junio de 1803, fecha del comienzo de su primer viaje que durará seis años. Su estancia en la ciudad del Estrecho le causó varias impresiones, por eso le dedicó tres capítulos de su futuro libro.

El 29 de junio de 1803 llegó al puerto de Tánger. "Entré en el puerto de Tánger, a las diez de la mañana…” Sobre sus primeras impresiones escribe:

“La sensación que experimenta el hombre que hace por primera vez este corto viaje solo puede compararse con el efecto de un sueño. Pasando, en un intervalo de tiempo tan pequeño, a un mundo absolutamente nuevo, y que no tiene la menor semejanza con aquel de donde vino, se encuentra realmente como si hubiera sido transportado a otro planeta”.

También hace descripciones cientifícas: “El terreno, que forma la base de la costa de Tánger, se compone de diferentes capas de granito secundario de textura compacta granulosa fina. Dichas capas, inclinadas hacia el oriente, forman con él un ángulo de 50 a 70 grados; su espesor es ordinariamente de pie y medio a dos pies; su dirección en sentido este-oeste y su inclinación para formar el ángulo es del lado del norte”.

Presenta pues pasaporte procedente de Cádiz y se beneficia de los primeros días de una casa que el caïd pone a su disposición. Lo acompaña un turco que le sirve de brazo derecho y guía. “No me dejaba ni un momento de día y de noche, me molestaba infinitamente y no me dejaba hacer ningún trabajo”, menciona en sus memorias. Luego se deshará de su guía.

Los días siguientes Ali Bey recorrió varios lugares de Tánger y menciona entre otras cuestiones, un anunció de eclipse solar, entregó varios obsequios a los caïdes y distintas personalidades, no dejando de exhibir el equipo de astronomía que había obtenido en Europa.

Pero también supo aprovechar la visita del sultán Mulay Suleiman o Sulaymán (1766-1822) en octubre de 1803. Ali-Bey le besó la mano, se presenta al sultán jerifiano a quien le ofrece toda una serie de regalos, varias armas (rifles y escopetas), piezas de seda, perfumes y joyas.

Se transforma en persona de confianza de Mulay Suleiman, consiguiendo mantener privilegiadas relaciones con el sultán que le regaló una casa en Mogador (actual Esauira) y Marrakech, permitiéndole circular libremente por todo el país, un trato que levantó las sospechas del rey español Carlos IV y ordenó el fin de su viaje y su regreso a España.

Durante su estancia en Esauira, visita el Palacio ‘Dar Es Sultan’ (la Casa del Sultán también conocido como la Casa Blanca y Al Mahdouma en árabe), una fortaleza al pie del pueblo de Diabat.

Ali-Bey ó Domingo Badia no olvidaba sus principales misiones: enviar mensajes a las autoridades españolas para informarles sobre las infraestructuras y datos militares sensibles.

El 25 de marzo de 1804, mientras Mulay Suleiman se encontraba en Marrakech y se preparaba para ir a Mogador (Esauira), Ali Bey urdió un plan para incitar a la población a sublevarse contra el monarca y dirigió una carta al primer ministro del Gobierno español para preparar una intervención militar. Pero este viaje reavivará las dudas contra su persona y sus verdaderas intenciones.

Al darse cuenta de que su identidad pronto podría ser revelada al sultán y al público en general, envió una segunda carta a Manuel Godoy, informándole de las amenazas e instándolo a posponer la intervención española.

Durante su instancia en Marruecos, Alí Bey pudo transmitir a Godoy todas las informaciones sobre el país y los futuros herederos del trono, así como las diferentes tribus rebeldes que estarían dispuestas a colaborar con su plan de conquista.

Es entonces donde divergen las versiones, entre la que afirma que Domingo Badia finalmente había sido desenmascarado por Mulay Suleiman y otras que afirman lo contrario.

En febrero de 1805, cuando estaba a punto de ser desenmascarado, se dirigió al sultán para solicitarle hacer el Hajj, ir a La Meca. El sultán le pide entonces que posponga este viaje y le encomienda encabezar una brigada para invadir Melilla. No obstante, tras agradecer su confianza, volvió a pedir permiso para ir a La Meca.

Los manuscritos de Badía confirman que durante su estancia en Marruecos tuvo un hijo (Otman), fruto de un matrimonio en Fez, lugar donde la madre y el niño vivieron bajo la protección de un amigo suyo llamado Idriss Rami.

Saldrá de Marruecos en marzo de 1805 vía Taza hasta Uchda, no puede seguir, regresa a Tánger y viaja por vía marítima, en octubre, desde Larache hacia Trípoli. Este nuevo viaje lo llevará también a Chipre, Egipto (Alejandría y El Cairo), Turquía (Constantinopla y Anatolia) e incluso La Meca, en la Kaaba, donde pudo realizar los primeros grabados y dibujos legando a Occidente la primera descripción detallada del lugar santo de los musulmanes.

La gente seguirá tratándolo como un verdadero príncipe árabe y musulmán mientras continuaba su trabajo como espía español.

Después regresa a Europa, a España, donde ofrece sus servicios a Napoleón Bonaparte (1769-1821), ya que era un afrancesado, el emperador lo envía a su hermano José I (1768-1844) y lo nombran alcalde de Córdoba. Tras la derrota francesa parte a Francia donde en 1814 publica en francés la edición por primera vez sus peripecias, ‘Viaje de Ali Bey en África y Asia’. Hasta 1836 no se editó la traducción al español de su obra.

En 1818, Domingo Badia decidió viajar por segunda vez a Oriente Medio. Murió cuando estaba iniciando su nueva misión, entre Siria y Jordania, pasando a llamarse Hajy Ali Abu Utman, que significa, 'el peregrino Alí'. Unas fuentes apuntan que murió envenenado por los servicios secretos británicos y otros apuntan a la disentería cerca de la actual ciudad jordana de Zarqa.

En todo caso, hay que recordar que la vida de Ali Bey está repleta de misterios.

Su biografía ha sido objeto de varios estudios, entre ellos el último ‘Alí Bey, aventurero, escritor y espía’ de Marius Carol (Vegueta Ediciones, 2022); ‘Viajes por Marruecos’ (Biblioteca Grandes Viajeros, Ediciones B, 2017)

Además, la investigación de la profesora de la Universidad Internacional de Cataluña, Patricia Almárcegui autora del libro 'Alí Bey y los viajeros europeos a Oriente’ (2007, Ediciones Bellaterra).

Una calle en Barcelona lleva su nombre.

La tríada clásica de viajeros españoles por Marruecos en el siglo XIX, además de Domingo Badía (Ali Bey el-Abbasí), la completan Joaquín Gatell y Folch (Caid Ismail) y José María de Murga y Mugártegui (Hach Mohammed el-Bagdadi o el Moro Vizcaíno). Los dos últimos coincidieron en la ciudad de su muerte, Cádiz, con apenas tres años de diferencia y también en que se preparaban para viajar de nuevo a Marruecos.

Texto: Jesús Cabaleiro