Al-Mu’tamid el rey poeta de Sevilla que murió en el exilio
La figura del rey poeta Al-Mu’tamid Ibn Abbâd (Beja, Portugal, 1040–Agmat, Marruecos, 1095), que terminó exiliado en Agmat, ciudad bereber a escasos treinta kilómetros de Marraquech, está ligada a la poesía.
Al Mu’tamid de la familia de los abadies (Banû Abbâd), es considerado el poeta más brillante de Al-Ándalus en el siglo XI. Nació en la hoy localidad portuguesa de Beja en 1040 y fue nombrado príncipe regente en Silves en 1052.
Antes, en 1031 acabó el reinado omeya y se abrieron los reinos de taifas en la península ibérica.
Entre 1069 y 1090 fue rey del reino taifa de Sevilla, sucediendo a Al-Mu’tadid, su padre. Era una de los reinos más poderosos y llegó a entendimientos con el rey castellano Alfonso VI (1040-1109) que conquistó Toledo en 1085 y que se enfrentó a los almorávides en Sagrajas al año siguiente.
Los reinos de taifas reclamaron la ayuda de la dinastía almorávide, ubicada en Maraquech, tras una reunión en Córdoba aunque algunos ya advirtieron de lo que podía pasar: ″Me temo que arruinarán Al Andalus como hicieron en África”. No obstante, solicitaron la presencia de tropas al emir almorávide Yusuf ibn Tasufin (1009-1106).
Tras una primera presencia finalmente volvieron las tropas almorávides en 1088 llegando a Algeciras con un gran ejército y fue disolviendo los reinos de taifas para acumular todo el poder siendo el primero en caer el de Sevilla.
Así, después de haber sido destronado en 1091 por la dinastía almorávide, la cual pasó a controlar en 18 meses todo el sur de la península ibérica, Al-Mu’tamid Ibn Abbâd fue exiliado y llevado a Agmat, cerca de Marraquech, Marruecos.
Antes pasó por Tánger y Mequinez, para terminar en Agmat sus últimos años de su vida, preso y desterrado, en malas condiciones de vida. Allí escribió sus poemas más bellos y más profundos los hizo en esta situación penosa, falleciendo en la mayor de las miserias en 1095.
Su condición de rey-poeta le permitió escribir del amor con gran libertad sobre sí mismo y el mundo en el que vivió. Escribió a lo largo de toda su vida, incluso después de ser destronado y despreciado; y lo hizo de forma tan abierta e intemporal, que parece estar susurrándonos a la luz de la contemporaneidad, las cuestiones más esenciales del ser humano.
Sus palabras llegan profundamente al alma, compartiendo la intimidad y presencia de un espíritu envuelto en sensibilidad, sensualidad y pasión por vivir. Entre sus poemas más conocidos, ‘La aurora ladrona’, ‘El corazón’, La amada’ y ‘A mi cadena’.
Dedicó un poema a sus hijas al verlas con ropas raídas y mal vestidas durante el Eid, el fin del Ramadán.
El lugar donde está enterrado se conoce como la tumba del forastero (qabr al-garib, en árabe) debido al epitafio que el mismo rey poeta escribió: ″Tumba de forastero, que la llovizna vespertina y la matinal te rieguen, porque has conquistado los restos de Ibn Abbad”.
En Sevilla, en el que fuera su Palacio, también se le recuerda existiendo una placa con motivo del 900 aniversario de su muerte, en 1991.
Texto: Jesús Cabaleiro