Diario Calle de Agua

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Sociedad

Café árabe y cafeterías en Marruecos

En Marruecos el café no se populariza hasta el siglo XIX y empieza conocido como café moro, herencia del Imperio Otomano.

Las cafeterías se popularizan con la presencia mayoritariamente masculina en las calles principales donde se asientan comercios, tiendas y bazares.

Los cafés son un espejo del patrimonio cultural e histórico del país pues cuentan historia de las ciudades y arrojan luz sobre la sociedad del momento.

Desde hace más de un siglo son lugares que los marroquíes consideran cálidos y entrañables desde Casablanca a Tánger, de Marraquech a Fez, de Rabat a Uchda.

En la lista de cafés destacados en Marruecos, que se incrementan a partir de inicios del siglo XX, hay que citar tres en Tánger: El Hafa, creado en 1921, al pie de un acantilado en el Marshan, objeto de poemas y canciones, y con vistas al Océano Atlántico. También el Gran Café de París de 1930 y en la medina, el café Baba.

En Casablanca se pueden citar otros tres, el café Le Petit Poucet, Le Petit Cerdan –hoy venido a menos- y el Ricks café, un remedo en alusión directa a la mítica película Casablanca,  creado en 2007.

Otras ciudades cuentan también con establecimientos destacados, el centenario café Moro de Rabat, de estilo hispanomorisco, con vistas al río Boureg, recientemente envuelto en polémica ya que ha sido destruido para ser reconstruido tipo pastiche, pero sin consultar con la Unesco.

Asimismo, el café Poste de Marraquech, el café Miramar en Alhucemas y en Uchda, el café Colombo abierto desde los años 40 del pasado siglo.

Agadir contaba con un café Moro creado en 1935 pero se vio afectado por el terremoto de 1960.

El café árabe fue declarado patrimonio inmaterial de la Unesco en 2015 tras una propuesta presentada por Emiratos Árabes Unidos, Omán, Arabia Saudí y Catar.

Un café árabe se prepara tras seleccionar los granos que se tuestan ligeramente en una sartén plana antes de triturarlos en un mortero de cobre con un mazo del mismo metal. Luego se ponen los granos así molidos en una gran cafetera o cacerola –también de cobre–, en árabe, dallah, que se llena de agua y se pone al fuego. Cuando la infusión está lista, se echa en una cafetera de dimensiones más reducidas y se sirve a los invitados en tazas pequeñas denominadas finjaan.

El más importante es el primero. Las tazas de los invitados sólo se llenan hasta un cuarto, y así se puede volver a servir café varias veces más. La costumbre exige que cada invitado beba una taza mínimo y no más de tres. El café árabe lo preparan hombres y mujeres de toda condición social, especialmente en el hogar familiar y se puede servir con dátiles.

Texto: Jesús Cabaleiro

Imagen: Cuadro ‘Taxi en la entrada del café Hafa I’ de la pintora Consuelo Hernández.