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Café Hafa de Tánger, un siglo de historia

Quizás ningún café de Marruecos ha alcanzado la fama del Hafa de Tánger, simplemente, por su vista panorámica del Estrecho de Gibraltar. En la lista de cafés destacados hay que citar tres en Tánger: El Hafa, creado en 1921, al pie del acantilado en el Marshan, el Gran Café de París de 1930 y en la medina, el café Baba.

El café Hafa es un rincón que capturó a los visitantes locales antes que a los extranjeros, y es testigo de la encrucijada del mar Mediterráneo y el Océano Atlántico.

A través de un callejón que serpentea por el barrio del Marshan se encuentra el café Hafa que, ya en su entrada, recuerda que fue fundado en 1921, justo hace un siglo. El té a la hierba buena es lo más demandado por los clientes.

Hay dos hileras de escalones que cortan el acantilado, unas terrazas decoradas en rosa, unos árboles dan sombra y una vista panorámica de las aguas azules del Estrecho y de la costa gaditana, en concreto tarifeña, del sur de España y Europa.

En el café Hafa desde hace un siglo peregrinan soñadores, escritores imaginativos, marineros que descansan de batallas contra las olas, gente trabajadora tras un duro día de trabajo, jóvenes soñando con la inmigración a Europa y turistas que quieren seguir la ruta habitual de visitas por la ciudad del Estrecho. En este espacio no hay ruido más potente que el cercano de las olas y el graznido de las gaviotas.

El café es un hito histórico, se trata de un lugar modesto y popular con mesas de azulejos y macetas de barro de diferentes tamaños y colores. Debido a su hermosa ubicación, siempre ha atraído a numerosos personajes populares.

Es el alma del  café Hafa que nunca fue elitista, solo extraña y hermosa. Aquí se encontraron escritores, poetas, creadores, marineros, músicos y público en general. Son una mezcla de ‘adoradores de  esta especie de Dios’ de diferentes estratos intelectuales y sociales. Es un café, que aunque tenga balcones de diferentes niveles, nunca tuvo clases sociales, aquí todos se encuentran sin ningún tipo de límites.

Esta nostalgia arrolladora del histórico café recuerda al fundador, Mohamed Alouch y su hermano, Idris que empujaban el carro cargado con agua de pozo natural que se usaba para hacer las tazas de té, así como su amor por los gatos.

De hecho, la historia del café más famoso de Tánger se asocia a fragmentos de la vida de algunos escritores  famosos, como es el caso del escritor estadounidense Paul Bowles o el escritor marroquí, autor de ‘El pan a secas’,  Mohamed Choukri. También el escritor Juan Goytisolo, que incluso grabó allí un programa de televisión, así como también el escritor francés Jean Genet. Ambos escritores reposan cerca, en el cementerio de Larache.

El legendario café, es famoso por la presencia también de otros muchos escritores y artistas, Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William S. Burroughs y músicos como Jimi Hendrix o Mike Jagger, el pintor chileno Claudio Bravo o el filósofo francés Bernard-Henri Levy.

El cantautor español Luis Eduardo Aute le dedicó una canción, al igual que otros poetas españoles como Álvaro Valverde y Antonio Agudelo. También es el título de un libro, ‘Café Hafa’ de la poeta  Verónica Aranda y la novela ‘Los cuadernos del Hafa’ de Pablo Cerezal. La pintora Consuelo Hernández, vinculada a Tánger, también lo pintó.

Pero también ganó su fama por su sencillez hasta el punto de implicar al resto de la sociedad, su habilidad para enganchar a todos los espectros de los visitantes, liberales y conservadores, viejos y jóvenes, ricos y pobres.

La oferta limitada de productos y los bajos precios contribuyen a asegurar un acceso justo y equitativo para todos los clientes a este espacio abierto a la naturaleza. Aquí no hay menú de alimentos y bebidas, ni servicios especiales, por lo que la elección se limita entre los diferentes sabores de tazas de té, la tradicional sopa y pan, ‘bissara marroquí’ y algunos refrescos.

El café Hafa es más que un simple café, es un recuerdo de un lugar grabado en la historia de Tánger. Una visita a la ciudad no está completa sin tomar una taza de té y una hora de vista desde los balcones del café, y enfrentarse con la brisa del viento mezclado con las fragantes aguas del estrecho.

El local no es el mismo que el del pasado. El café en sus inicios fue un balcón amueblado con esteras y cercado de flores, rodeado de plantas trepadoras como la hiedra y jazmín, que brindaban sombra durante los días soleados y enriquecían el lugar con el imponente aroma de las rosas.

Incluso las pisadas en los escalones del café ya no son las mismas. La mayoría de las personas que llegan hoy en día son jóvenes residentes y turistas de Tánger, mientras que han disminuido los principales intelectuales.

La perdurabilidad del Café Hafa pasa por conservar su propio carácter, en sus cinco balcones apilados hacia el mar, en sus mesas de hormigón y hierro, donde convive la pintura oxidada, y sus incómodas sillas de hierro y plástico. Los visitantes no miran el lujo del servicio, ni la calidad del trato, buscan la sencillez y originalidad que formaron el espíritu del lugar que desde que abrió ha cumplido ya un siglo.

Sin licencia

Hace unos años, en 2018, el café Hafa vivió sus peores días en medio de mucha confusión sobre el destino de este lugar histórico, ya que se difundieron rumores sobre la demolición del café después de que se agregara unos añadidos sin licencia en un área de más de cien metros. Ante el afán de las autoridades por preservar la autenticidad del lugar, enviaron un aviso a los propietarios con la necesidad de demoler los complementos realizados sin permiso, solicitud a la que el interesado no respondió, por lo que las autoridades cerraron temporalmente el café y comenzaron a demoler la parte sin licencia.

La sencillez es la que garantiza la eternidad, sin cualquier incremento en la construcción, solo hay que mantenerlo como está, con sus porches, plantas y gatos jugando entre los pies de los visitantes.

Es el Café Hafa, donde aún vuelan por los aires los espectros de escritores famosos que quedaron encantados con Tánger, un libro de la generación beat, de los derrotados, que en el Hafa quisieron hacer historia al borde de las tazas de té, para convertirse en un destino de turistas y un refugio para gente perdida, un espacio donde conviven religiones y clases sociales.

Texto: Jesús Cabaleiro

Foto: Map