El histórico Palacio de Raisuli en Arcila
En Arcila, la actual Asilah, y más concretamente cerca de Borj -Torre- Sidi Maimoun, se encuentra una joya arquitectónica en el borde del Océano Atlántico y las murallas portuguesas de la ciudad de poco más de 30.000 habitantes.
El Palacio Raisuli, también llamado Palacio de las Lágrimas, parece ser un edificio como cualquier otro pero transformada en la Casa de la Cultura aunque no sea oficial. Adjunto se encuentra el centro internacional Hassan II que recuerda la huella portuguesa de la localidad.
El Palacio fue restaurado y equipado en 1998 y sigue siendo, hasta hoy, una obra maestra de la arquitectura árabe-andaluza.
Sin embargo, su edificación tiene una historia vinculada a Muley Ahmed al Raisuli o Raisuni (1869-1925), gobernador de la ciudad de Arcila, de las tribus Jbala y Lhabt, de Alcazarquivir y Larache durante el reinado del sultán Muley Abd al Hafid (1875-1937).
El edificio fue construido por Ahmed Raisuli en febrero de 1909, después de su nombramiento por un dahir como pachá de Tánger y gobernador de Yebala controlando las tribus de Jbala y Lhabt.
El jerife se asentó en varias ciudades, pero había decidido hacer de Arcila su capital. Así, emprendió la construcción de un palacio para "ponerle los ojos en blanco a los europeos" que vivían en Tánger y que consideraban que los marroquíes todavía estaban en la era de las construcciones tradicionales de arcilla.
Para la construcción de este Palacio, Ahmed Raïsuni empleó a un número significativo de los habitantes de Arcila y áreas circundantes que estaban bajo su autoridad. Todos los albañiles y artesanos de la época debían contribuir "e incluso hizo que los prisioneros trabajaran para el progreso de las obras". Los materiales de construcción fueron transportados en mulas desde el puerto de Martil a Arcila.
El Palacio Raïsuli cuenta con hermosos balcones y ventanas de hierro forjado con vistas al patio, destinado a grandes recepciones. Incluyen docenas de habitaciones que sirven como residencias para artistas e invitados del Fórum cultural de Arcila que se celebra cada verano.
El lugar es una joya arquitectónica con mármol pavimentado con zelliges, azulejos marroquíes, las lámparas refinadas que adornan sus techos. Una fuente que existió ha sido eliminada. Otros dos pisos tienen docenas de habitaciones donde el visitante puede perderse y retroceder en el tiempo. El lugar es una oda al lujo que existió en su día.
La Casa es sinónimo de "modernidad" y "bella arquitectura". “Quería construir un lugar de residencia digno de su título y su poder. Trajo los azulejos que todavía adornan la entrada del Palacio de Sevilla y el mármol de Italia", declaró el historiador Mustapha Ziane.
Sin embargo, el notable solo permanecerá unos años en la casa. En 1913, comenzó la lucha en el norte contra el ocupante español y, por lo tanto, abandonó su palacio. Los españoles se apoderaron de la casa durante la etapa del Protectorado antes de que el gobierno marroquí la recuperara mucho más tarde ya con la independencia en 1956.
El terreno que ocupa el Palacio Raïsuli fue utilizado como cementerio durante la etapa portuguesa de la ciudad en el siglo XV.
El caid El Khader Ghaïlan construyó allí su casa después de la conquista de la ciudad en 1691. Con el tiempo, esta casa pasará a sus descendientes antes de llegar a Ahmed Raïsuli", según el investigador histórico y vicepresidente de la asociación Ibn Jaldun de investigación histórica y social en Asilah, Mostapha Ziane.
Finalmente Raisuli será depuesto de sus funciones en 1913 tras el cambio de sultán y a instancias de los responsables españoles y, por lo tanto, todas sus propiedades serán confiscadas. Tras esto vivió en las montañas organizando una fuerte rebelión contra los españoles.
Ahmed Raïsuli era considerado un bandido que vivió del secuestro durante un tiempo pero tras pactar con los españoles fue capturado el 26 de enero de 1925 por Abd el-Krim Jatabi (1882-1963). Murió el 3 de abril en Tamassint (dominio de la tribu de Ait Ouriaghel y donde la represión fue brutal en 1957 durante las protestas rifeñas).
Texto: Jesús Cabaleiro