Diario Calle de Agua

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Sociedad

Fernando de Portugal, O Infante Santo y la frustrada conquista de Tánger

Ceuta fue conquistada por Portugal el 21 de agosto de 1415 a través de Enrique el Navegante (cuya estatua forma parte de la ciudad) y quisieron seguir sus conquistas con Tánger.

En 1437 el rey portugués Eduardo (1391-1438) comenzó a preparar una campaña y decidió con las Cortes, pero con dudas, que sus hermanos Enrique el Navegante (1394-1460) y Fernando (1402-1443), nombrado general, dirigieran las fuerzas para la nueva conquista. El 22 de agosto del mismo año partieron.

En septiembre partió Enrique por tierra y Fernando continuó por mar, ambos a conquistar Tánger. Plantaron batalla, Fernando portaba un estandarte con la efigie de San Miguel Arcángel, al que tenía gran devoción.

La primera escaramuza la ganaron los portugueses, pero cuando volvieron a plantar batalla, cometieron un error al plantar su campamento terrestre lejos de la costa donde tenían el apoyo de la flota.

Enfrente, el mismo regente del sultán meriní, entonces menor de edad, venía de Fez al frente de todo un ejército. Desde su campamento finalmente repelieron los ataques pero luego de 37 días de combates sitiaron el campamento portugués.

Tanto Enrique como Fernando aceptaron un término de acuerdo. Se acordó un tratado por el que a cambio de la ciudad de Ceuta liberarían al príncipe Fernando que se entregó voluntariamente, el 16 de octubre, junto con su médico, su confesor y varios sirvientes, entre ellos Fray Joao Alvares (1400-1490), que escribiría toda la historia.

Cuando se despidió de su hermano Enrique ya intuía su destino ya que le dijo: “¡Reza a Dios por mí porque es la última vez que nos vemos!”

Primero se le trasladó a Arcila, una plaza más fuerte, con intención de negociar el intercambio y la entrega de Ceuta. En principio, como era un príncipe real, fue tratado con cortesía, permitiéndole tener correspondencia y su propio dinero, practicar su religión y recibir visitas.

Lo ocurrido fue conocido como ‘el desastre de Tánger’ y además de no conseguir la ciudad se tuvo que dilucidar el dilema de entregar o no Ceuta para liberar al príncipe Fernando.

En enero de 1438 las Cortes de Portugal se dividieron sobre si entregar Ceuta o no, y finalmente, se disolvieron sin tomar una decisión. Luego, el mismo año finalmente se decidió conservar Ceuta, buscando otros medios de liberarle, ya fueran diplomáticos, como ofrecer dinero, o militares, emprendiendo otra campaña, con apoyo de Castilla. Su hermano Enrique, aun en Tánger, le dijo que Ceuta no se entregaría por nada.

El 25 de mayo, temiendo un ataque de  portugueses y castellanos, se envió al príncipe a Fez. Al cortarse las negociaciones con Portugal, de rehén fue degradado a preso común y metido en unas lóbregas mazmorras.

Entonces ejercía el poder, el regente del rey, Abu Zakariya Yahya El Wattasi (fundador de la dinastía wattasi, conocido como Lazeraque, por “sus ojos de pared”, en árabe : أبو زكرياء يحيى بن زيان الوطاسي  murió en 1448), que le cargó una pesadísima cadena. Allí estuvo durante cinco meses.

Con el paso del tiempo y tras un intento frustrado de fuga, Fernando, junto a otros prisioneros fue obligado a cavar en los huertos o limpiar los establos desde la mañana hasta la noche. Injurias, burlas, amenazas y trabajos se sucedían unos tras otros. Solo salían de la prisión para trabajar como esclavos, y nada más. Seis años padeció el príncipe Fernando en aquellas condiciones de pobreza, trabajo y malos tratos.

El 9 de septiembre de 1438 murió de peste su hermano, el rey Eduardo. En su testamento el monarca había ordenado el rescate de su hermano Fernando. El infante Alfonso (1432-1481), futuro Alfonso V conocido como ‘El Africano’, fue nombrado rey pero asumió la regencia Pedro (1392-1449), tío del  entonces niño y hermano del difunto rey y de Fernando.

Finalmente se tomó la decisión y una embajada partió de Lisboa hacia Ceuta para encargarse de los detalles de la entrega de la ciudad a cambio del príncipe. Sin embargo, el barco fue atacado por piratas genoveses frente al Cabo de San Vicente, provocando la muerte del embajador. Este inesperado accidente retrasó nuevamente las negociaciones.

Fernando falleció de disentería en prisión el 5 de junio de 1443, con 41 años. Lazeraque, al saber la muerte del ‘Príncipe Santo’, dijo: "Si entre los perros cristianos hay algo de bueno, sin duda lo tuvo este que acaba de morir, si fuese moro, merecía tenerse por santo. Sé que jamás mintió, ni de su boca se le oyeron nunca palabras de falsedad. Cuantas veces envié exploradores para que viesen lo que hacía, siempre le encontraron en oración, y ciertamente los de su nación cometieron un gran pecado en dejarlo morir así".

Su cuerpo fue colgado cabeza abajo en las murallas de Fez. Allí estuvo el cadáver cuatro días y luego fue metido en una caja de madera estando colgada en la misma muralla.

En 1450 las entrañas del príncipe fueron desenterradas, y en secreto se llevaron a Portugal, al monasterio de Santa María de la Victoria, conocido como monasterio de  Batalha, donde aún permanecen al igual que sus restos, posteriormente rescatados, en 1473, durante el reinado de su sobrino, el rey Alfonso V ‘El Africano’.

Pronto comenzó un culto religioso-patriótico en torno a ‘O Infante Santo, mártir de la fe’, también llamado ‘El Príncipe Santo’ aunque nunca fue canonizado.

La vida del príncipe Fernando de Portugal inspiró el argumento de una de las obras más destacadas del dramaturgo español Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) ‘El príncipe constante’.

También en el conocido Monumento a los Descubrimientos, junto a la Torre de Belem en Lisboa, en su perfil occidental, se representa al Príncipe Santo, de rodillas, junto a su hermano que es el guía, Enrique el Navegante, al que se dedicó esta obra realizada en 1960.

Posteriormente, Alfonso V ‘El Africano’ conquistó Alcazarseguir en 1458, contando con el apoyo y experiencia de su tío Enrique El Navegante,  y disputó Tánger, ganada y perdida entre 1460 y 1464, pero  volvió a cruzar el Estrecho y finalmente consiguió las plazas de Tánger y Arcila en 1471.

Tánger permaneció en manos portuguesas hasta que el rey portugués Alfonso VI (1643-1683)  se lo entregó al rey Carlos II de Inglaterra (1630-1685)  en 1661, ya que formaba parte de la dote de su hermana Catalina, por lo que la ciudad permaneció bajo control británico durante 23 años hasta que Marruecos lo recuperó en 1684 durante la etapa del sultán Mulay Ismail  (1645-1727) al igual que las ciudades de Larache (1689) y Arcila (1691) ambas entonces controladas por España.

Texto: Jesús Cabaleiro